jueves, 19 de enero de 2012

INQUIETANTE

Comparar la actual situación de crísis económica global con una guerra mundial parece una locura, y ojalá que así sea. Pero si dejamos volar la imaginación, existen tantos elementos inquietántemente comparables que da miedo.
Al igual que en la primera y segunda guerra mundial, vuelve ha aparecer Alemania como gran potencia protagonista, y aunque parece ser que ahora no tiene el papel de mala, de momento, por ordenes suyas y con la ayuda de Francia, otro habitual en los grandes conflictos, ya han sido invadidos (intervenidos económicamente) Irlanda, Grecia y Portugal.
También se ha ocupado (cambiado) el gobierno de otro país como Italia, que junto con España ya se han sometido a las ordenes de Berlín.
Al igual que las otras veces, y a pesar de ser el país de origen del problema, EEUU se mantiene a la expectativa para intervenir en Europa solo cuando el desastre le afecte directamente.
Inglaterra vuelve a tener posturas enfrentadas con Alemania, y en oriente tenemos otro Japón (China), con ambiciones de aprovechar las circunstancias.
En este conflicto económico mundial dominado dictatorialmente por los mercados bursatiles, y manipulado por las famosas agencias de calificación, las armas de destrucción masiva son los sistemas financieros, la energía que utilizan es la especulación y la avaricia, y las balas que disparan indiscriminadamente son sus productos envenenados y tóxicos.
Según los expertos, la posibilidad de destrucción económica en estos momentos es tan potente como la de un conflicto armado, y con las previsiones que nos plantean se deduce que si la situación actual se complica al peor de los supuestos, millones de ciudadanos de muchos países se verán abocados a sufrir unas condiciones de auténtica posguerra durante mucho tiempo.
Lo más lamentable de esta contienda económica mundial por la que tanta gente está sufriendo ya situaciones de auténtica pobreza, es que los gobiernos disponen, sin atreverse a utilizarla, del arma que acabaría con el enemigo: la adecuada regulación tanto legislativa como moral de todo el sistema financiero y de sus dirigentes.